02 marzo, 2006


Menú del día

La gaveta de las penurias, otrora llamada despensa, mostraba, insultante, cuatro papas juntas, en forma de sonrisa burlona. De una de ellas salía un brote venenoso que arranqué sin compasión. Medio cociné las papas con cáscara (porque así saben mejor), las pelé y las puse a freír. Derretí un poco de mantequilla que mezclé con el culantro fresco que semanas a tras sembré en una de las macetas del patio. Una vez que las papas estuvieron listas, las bañé con la mantequilla, puse sal y serví en la bandeja que más tarde iría a la mesa.

Mientras tanto, los garbanzos que dejé en agua la noche anterior estuvieron a punto en la olla de presión. Molí y tosté semillas de culantro, de comino y unas de cardamomo que guardaba de mi época de prosperidad. Pelé y piqué un par de tomates, del patio. Hice un refrito para los garbanzos con cebolla perla, puse los tomates y finalmente las semillas tostadas, esperé a que los sabores se mezclaran lentamente.

Listo, el almuerzo fue del gusto de todos, aunque Macarena tuvo que comerlo sola, pasadas las cinco de la tarde, luego de un día lleno de tedio, sin resultados concretos. Por la noche Samuel comió un pedazo de pescado frito en aceite de oliva, arroz con tomate y un vaso de leche. Todas estas cosas nos la dejó la suegrita, que me mira como la directora de la escuela de Samuel y quien ha olvidado los bacanales a los que le invitaba, antaño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Suena bien, pero no parce que pasaras hambre