09 junio, 2008

Capítulo 99 (El Apestado

El Apestado cumple pronto cien capítulos, lo que, de acuerdo al simbolismo del número, es de buen augurio. El numerólogo Piero di Cascia, sostenía que beber un vaso con 100 gotas de agua de manantial, aseguraba la longevidad de los adolescente. Ante la dificultad de llevar a cabo tal designio, (no hay manantiales cerca, y lejos estoy ya de la adolescencia), prefiero escribir un post, un doble post que comprenda los dos últimos capítulos de esta, la primera temporada del El Apestado, su fiel y por siempre pestilente servidor.

El capítulo 99, este mismo, es para hacer un balance de los 98 capítulos anteriores y la forma en la que yo mismo me retrato en ellos. El siguiente, el próximo, será para referirme a ustedes, mis lectores, y aprovechar, entre tanto, para echar pestes, ahí donde nada más cabe.

Para empezar, y para que les quede claro: “la vida no me apesta, yo le apesto a la vida”.

La muestra está en algunas de mis primeras afirmaciones:

“Hoy he salido a la calle con la esperanza de hallar la solución a mis problemas pero el asfalto me ha escupido su bochorno a la cara y he vuelto a mi caverna, con el espíritu contrito” (Capítulo 1)

“…la pila de mi reloj se acabó, mi línea de teléfono celular fue anulada por no ingresar tarjeta en no sé cuantos meses, el teléfono convencional me lo cortaron por falta de pago, se quemó el monitor de mi PC, la pata de mis lentes, -¿no les dije?-, se desprendió y a pesar de haberla pegado quedó torcida. Eso pasó en apenas cinco días”. (idem)

Pero intento reponerme: “Entonces, como no tengo personalidad suicida, y como los vicios se han reducido a los anteriormente citados (aguardiente y cigarrillos sin filtro), me queda el consuelo del buen polvo”. (idem)

Y aquí mi primer escupitajo: tras mi única y última declaración de amor a la Macarena, alguien sugiere que he perdido mi condición de apestado, “a quien le queda (le quedaba, según el lector) el consuelo del buen polvo” ¿Acaso una declaración de amor puede dejar de ser cursi? ¿Acaso la única forma de amar a su amada es con un polvo? (Cap. 98)

Y mi amada, la Macarena, ocupó muchos posts de este blog, hasta que decidí voluntariamente, un poco por respeto, dejar de referirme a ella en términos como por ejemplo:

“Macarena se ha puesto una minifalda que me tiene inquieto. Sus piernas torneadas detienen carros y transeúntes en la calle. No quiero aventurarme a pensar que esos jamones reemplazan a la hoja de vida que lleva arrugada bajo el brazo. Pero tampoco me atrevo a hacer ningún comentario al respecto pues corro el riesgo de recibir una buena amonestación, si no una cos, que me deje sin mi dosis nocturna de olvido, entre esas mismas piernas. Si viene con la noticia de que encontró trabajo, no sé si deberé alegrarme o preocuparme. Siempre queda la posibilidad de que demandemos al asqueroso jefe, que ya me figuro, por acoso sexual. ¡Quién sabe! Talvez sus piernas me traigan otros placeres. O quizás vuelvan endurecidas por la caminata, con sus contornos desvanecidos, y me vea obligado a modelarlas entre mis manos para que vuelva, mañana, a lucir su provocativa minifalda ante la voraz mirada de tanto tránsfuga del asfalto, cuando vaya en busca de quién sabe qué promesas más tarde omitidas” (Cap. 2)

“Macarena tampoco se atreve a tocar el tema (de unas vacaciones) aunque broncee sus piernas a la primera oportunidad, con el deseo secreto de que la falda pueda subir más allá de los muslos y de que su color alcance esos tonos que tanto deseo provocan en mí, y en más de un mirón hijueputa”. (Cap. 46)

“Con suerte se toparán con sus muslos en La Mariscal y, si alcanzan a verlos, fíjense en el pequeño lunar que tiene en el centro de la rodilla izquierda, entonces se dirán: ahí va Macarena, la de El Apestado”. (Cap. 8)

Sobre mi hijo, a quien también le debo un post para él solo, me he referido en los términos siguientes:

“Samuel, a sus cinco años es más inteligente que muchos de los bloggers que andan por ahí.” (Cap.73)

Y sobre los dos, sobre lo que ellos producen en mi, dije “Claro que cuando vea a mi hijo y a Macarena atravesar la puerta, con su color canela, sus voluptuosidades henchidas de sol, sus historias de arena, mi aletargamiento se irá al carajo y la algarabía invadirá mi pestilente ser hasta convertirme, entonces, en el ser más feliz del planeta”

Ahora, la suegra, ese pintoresco personaje que me detesta, no ha salido libre de mis más duras críticas. Me refiero a ella como la omnipresente, porque aparece siempre en los rincones, en los momentos menos precisos. Pero, como ya lo dije: “no es que me falten ganas de despotricar en contra de ella, sino que me propuse no hacerlo porque cada vez que escribía se agrandaba mi desagrado. Y como consecuencia nuestra forzosa relación se volvió un clavario, para todos. (Cap54)

Pero nada retrata más al personaje que el capítulo aquel en el que relato el hallazgo, macabro hallazgo de una prótesis dental entre la fruta, si es que quieren reírse claro. (Cap. 80)

Finalmente, y para no aburrirlos, recojo al azar dos o tres cosas coyunturales que han valido más de una crítica:

(Sobre el aborto) “No cabe en sus cabezas la posibilidad de que gente preparada en el tema imagine una manera de reducir los embarazos adolescentes, de masificar el uso del condón entre una población general cada vez más libre, más adelantada y también más promiscua. No conciben que la defensa de la vida se la hace con políticas de salud pública, acordes con la realidad, no con la fe”. (Cap 63)

“¡Que viva el calentamiento global!, grito en alguna tarde que el sol, en pleno invierno, nos deja salir en mangas de camisa, gafas y el alma iluminada” (Cap. 59).


“Yo quisiera que el uso de las malas palabras se eleve a norma constitucional. Sí, ya estoy harto del juicio, pacato, que se da a algunas palabras de uso más cotidiano que aquellas con las que nos doran la píldora presentadores de TV, periodistas de medio pelo y editorialistas decimonónicos” (Cap 70)


Sobre los bloggers: “….A parte de algunos que usan las “malas palabras” con más frecuencia que las palabras inteligentes, casi toda la blogosfera ecuatoriana está inundada de seriedad, de circunspección, de juicio, de sensatez, tanta pero tanta que a veces la pantalla de mi ordenador se queda congelada de lo fríos que son ciertos argumentos”. (cap. 74)

Mi ciudad: “Marcando el inicio del día en las calles sucias de La Mariscal, intento entender lo que sucede, pero el trayecto es corto, y el sueño grande. Las horas más absurdas acogen la perpetua interrogante sobre qué mismo es la vida, esta apestada vida” (Cap 50)

“Quito apesta cuando hace frío y hiede de madrugada”. (Cap 40)

¡Hasta los 100!