03 mayo, 2010

Capítulo 138 (El Apestado)

De tanto que me lo repite la Macarena, terminaré por convencerme que estoy pasando por la famosa crisis de los 40. Más bien dicho, ya no cabe duda alguna. Y la prueba es que ahora me ha cogido la nostalgia. Y es que se me ha ocurrido ir en busca de unos cuantos amigos, viejos amigos que andan por ahí, por las mismas calles por las que circulo yo, dejando sus huellas en el Facebook ese, pero ante quienes, al parecer, soy un fantasma que ha llegado del más allá para perturbar su calma: ninguno de ellos se ha dignado en contestar mis solicitudes de amistad, y claro, ya nada puedo hacer, solo preguntarme día y noche que por qué, por qué mis demandas se encuentran con el vacío, por qué mis recuerdos, gratos, no son los suyos. Por qué no quieren, al menos, por curiosidad, saber en lo que ando, cómo me veo, cuánto gano, cómo luce el trasero de mi mujer.
Se lo he comentado a la Macarena. Al principio, cuando fui con la notica, me dijo: me sorprendes. Claro, ella sostiene que soy un apestoso autosuficiente que se jacta de no necesitar de nadie, pero está equivocada. Entonces, pasan los días y le cuento que no, que nadie responde a mis llamados, que hay un total silencio, y ella procede de la misma forma, con silencio.
Uno de los amigos a los que me refiero, fue mi pana desde los primeros años de escuela, nuestros padres, a su vez, habían sido amigos desde la infancia, incluso lazos familiares nos unían. Varios fueron los años en los que nuestras familias pasaron vacaciones juntos, yo solía dormir en su casa, él en a mía. Juntos fumamos nuestro primer cigarrillo, nuestro primer chafo, nuestra primer experiencia sexual fuimos a comentársela, la primera vez que él se robó el carro de su padre vino a verme, a demostrarme lo bien que manejaba… en fin, las anécdotas son muchas, pero no las suficientes como para que él responda a mi solicitud de amistad, y sinceramente no sé por qué.
El otro se convirtió en mi mejor amigo del barrio, y aunque íbamos a distintos colegios, yo a uno mixto, a él a uno de curas, no nos perdimos de vista hasta su primer año de Universidad; incluso cuando me fui a Europa a estudiar, nos carteamos con frecuencia.
El tercero de estos amigos es una mezcla de los otros dos y juntos vivimos las más variadas aventuras, incluida nuestra primera vista a un prostíbulo lo que, sin duda, queda marcada en la mente de cualquier muchacho de 17 años. Nuestra relación fue la más intensa, y cercana en el tiempo, cuando alguna vez vine a pasar unas vacaciones acá, lo llamé, no vimos, salimos a tomar una cervezas, como si no hubiera pasado un solo día.
Pero no, ellos han desaparecido y yo he hecho un esfuerzo supremo a demostrar mi interés por retomar contacto. Ya hoy nada puedo hacer, sino enterrar los recuerdos hasta el día en que me los encuentre en la calle y se den la vuelta, simulando no haberme visto, como de hecho ya ha sucedido con uno de ellos. Hoy mi mejor amigo es el tendero de la esquina, y el no tiene Facebook.