28 septiembre, 2007

Capítulo 76 (El Apestado)

El calvario de las noches en vela, ha terminado. Terminó ayer, un día en el que quería dormir pero no pude hacerlo porque a la Macarena se le ocurrió salir, para celebrar, dijo ella. Yo, que nunca puedo decirle que no, no sabía lo que me esperaba.Resulta que viejas amigas suyas, del colegio, le habían llamado unos días antes para invitarle al concierto de los ex Umbrales. Y la salida, para mala suerte mía, era con maridos.Así que me puse mi mejor traje y estuve en el lugar de la mano de Macarena, a las nueve y media en punto tras dejar al Samuel en casa de sus abuelos. Al interior, una de sus amigas, la más acaudalada, nos recibió con su tarjeta de crédito en la mano y nos condujo hacia una de las mesas que estaban frente al escenario. La botella de tequila me hacía guiños.La pesadilla empezó con los primeros acordes, pues odio la música de los 80, salvo, claro está, The Police. Y no solo la música de esa década, sino todo lo que me recuerda a la espeluznante Debbie Gibson, los Bee Gees, o la Lambada, me saca ronchas, no digamos los covers de Pablo Milanés con los que el cantante del grupo tuvo la amabilidad de deleitarnos.

Las amigas de Macarena, unas viejas buenas, unas vejas muy viejas otras, bailaban como descocidas y reían nerviosamente cuando me veían, pues era el único al que no conocían. Guapo tú marido, le habrían dicho algunas de ellas a la Macarena. Ella, que no tienen los rollos mentales que yo tengo, fue la reina de la noche y, a veces, el barullo de las voces que coreaban a Seru Girán parecía desvanecerse, entonces solo quedaba su voz y sus cadenciosos movimientos que me reconciliaban con la vida (¡hacía tiempo que no veía bailar a Macarena!)

Así que, mientras los otros bailaban, y como no estaba de ánimos para oír la insensatez de los maridos, me refugié en el minúsculo vaso de tequila, al que, ante cualquier descuido, lo llenaba casi sin éxito pues se vaciaba como si tuviera un hueco.Pero bueno, al final, me llené de valor y le pedí a Macarena que nos marcháramos. Ante mi sorpresa aceptó así que agradecimos la invitación, nos despedimos y nos fuimos. La cama, mi cama, fue lo mejor de la noche, de las más de 285 noches que estuve fuera de ella, sin poder rozar la piel de Macarena. ¡Viva el trabajo diurno! ¡Abajo los 80!

12 septiembre, 2007

Capítulo 75

No hay mal que dure cien años, ni Apestado que lo resista. Mis tiempos de trabajador nocturno están contados. Sí, seguiré en el negocio de los hostales pero esta vez como recepcionista diurno en horario de siete de la mañana a siete de la noche por un sueldo un poco, casi nada, mayor al que gano hasta ahora.

Y no me quedaré en el mismo hostal, cosa que ha puesto a mi jefe de cabeza, pero ya nada puede hacer él, y yo solo tengo que aguantarme su mal genio por quince días más, tiempo durante el cual deberé asumir el reto de trabajar 24 horas diarias, con dos días de descanso en total.

Pero bueno, como no le tengo miedo al trabajo, he logrado acomodarme con Macarena para que Samuel vaya directo donde sus abuelos hasta que la cosa se regularice.

Solo de imaginar que podré cenar con mi familia, que seré yo quien le cuente los cuentos a Samuel en la noche antes de dormir, que los polvos retomarán su frecuencia habitual y que la vida familiar estará regida por horarios humanos, normales, me da la fuerza que necesito para trabajar sin descanso en este período.

Y, por lo demás, sigo con mis planes de independencia laboral, de los cuales nadie, en mi entorno, sabe nada. Claro que tomarán tiempo en concretarse, sobre todo por que el dinero no es mi aliado, pero cada día que aumento una coma al proyecto, que por ahora solo está escrito, claro, siento la luz al final del túnel.

07 septiembre, 2007

Capítulo 74

La gente, rara vez habla en serio. Yo no lo hago nunca, ni siquiera ahora, aquí mismo, estoy hablando en serio.

La gente, en la calle, cuando va acompañada y habla con alguien, siempre, o casi siempre, se está riendo. Entre amigos, al menos así me acuerdo yo que era cuando tenía amigos, uno se ríe como idiota, o al menos como si se hubiera fumado un buen bareto (cosa que también podía ocurrir).

Entre Macarena y yo, casi nunca hablamos en serio, quiero decir que siempre nos estamos riendo, haciendo bromas, diciendo las cosas más trascendentales del mundo, en tono jocoso; solo cuando estamos molestos el uno con el otro usamos un tono serio que nos vuelve, al fin de cuentas, unos serios estúpidos.

Y todo esto, por qué, se preguntarán. Bueno, para señalar lo lejos que está el mundo de los bloggers con la cotidianidad de nuestras mismas vidas. A parte de algunos que usan las “malas palabras” con más frecuencia que las palabras inteligentes, casi toda la blogosfera ecuatoriana está inundada de seriedad, de circunspección, de juicio, de sensatez, tanta pero tanta que a veces la pantalla de mi ordenador se queda congelada de lo fríos que son ciertos argumentos.

No sé a cuenta de qué me lanzo esta diatriba, pero es que ahora, que salía del hostal, me reía para mis adentros, sin motivo aparente, y surgió entonces esta reflexión que me llevó a pensar que ni yo, con migo mismo, puedo ser serio y que me hace falta aún más, aunque cuando escribo no lo logre realmente, dejar la seriedad de lado, del otro lado, como única forma de salvareme de mi propia circunspección. ¡En serio!

04 septiembre, 2007

Capítulo 73

Ya hace días que llegó mi familia de la playa. Macarena está.. uhmm, no les diré lo buena que está, no. Samuel brilla y, como buen hijo de sus padres, no trajo ni una sola concha de la playa, solo historias. Samuel, a sus cinco años es más inteligente que muchos de los bloggers que andan por ahí.

Ahora, nos preparamos para el inicio de clases. Es la primera vez en tres años de escolarización que he alcanzado a reunir el dinero para pagar pensión, matrícula y útiles escolares sin necesidad de recurrir a mis suegros. Y aunque esto nos privó de algunas cosas en los meses pasados, me siento feliz de haber logrado el ahorro que me devuelve la calma.

Y no crean que me duerma en los laureles, no. Todos los días doy vueltas dentro de mi apestosa cabeza para intentar encontrar la forma de salir de este pestilente estado de pobreza. Pero debo confesar que he llegado a la conclusión de que no me interesa más la profesión para la que me preparé. Ya no soy el sujeto político que era antes. Ahora me interesa dar sustento a mi familia, ya no las ideas, ni el trabajo en beneficio ajeno porque durante más de diez años de estar ahí, dándole y dándole, no obtuve nada tangible para mí, solo canas y olvido.

Entonces, hay una idea que ha empezado a madurarse, e incluso a concretarse durante los días de ausencia de mi familia. Pero es algo que debe permanecer en absoluto secreto de acuerdo a creencias un poco extravagantes que han nacido desde el inicio de esta pestilente etapa de mi vida: no revelar los planes, bajo riesgo de que estos nunca se concreten.