23 septiembre, 2009

Capítulo 125 (El Apestado)



La verdad es que ya no sé de que mismo escribir en este apestoso blog. Resulta que cuando relato las benevolencias que de vez en cuando la vida me otorga, los lectores huyen en desbandada.

Es por eso que he pensado seriamente en retirarme, dejar esta aventura bloguera en el pasado y matar a este espacio con el olvido.

Pero algo en lo profundo de mi me dice que no me apresure, que lo piense, que hay muchas cosas sobre las que desvariar, muchos eventos que merecen una blasfemia, un pestilente puntillazo, y que el encono que guardo en mi pecho, al menos, me ha otorgado la capacidad de referirme a las cosas con estilo propio, aunque a veces este sea muy pestilente.

Pero también reflexiono a este respecto y me digo a mi mismo que mi opinión, sobre hechos ajenos a mi propia historia, no interesa a nadie, o a casi nadie.

Así que estoy en esta apestosa disyuntiva a la espera de que los comentarios que este capítulo genere, me digan la vía por la que debo transitar: el olvido o el relato de la eterna camorra que mantengo con la vida. Ustedes dirán.

02 septiembre, 2009

Capítulo 124 (El Apestado)

Para los que creen que me importa que me insulten, sepan que la vida lo hace a diario, y que hace rato que tengo el alma hecho costra.

Como el Herzog, de Below, yo tengo una personalidad paranoica, producto de mis numerosas frustraciones. Y por si no lo han entendido, debo apoyarme en algo para sentirme bien. Ese algo es mi familia. Familia que cuando se va, me deja desprotegido, incómodo, profundamente triste, porque es lo único que de verdad me ancla a la realidad. Sin ella, sin mi familia, estaría delirando en el ala más oscura de algún centro psiquiátrico. O escribiendo en algún blog de aires supremos.

Así que no esperen leer aquí los encuentros rosas de este apestoso servidor y su familia, ausente por casi un mes. No quieran que les deleite con el beso apasionado de la Macarena sobre mis sedientos labios. Ni que les hable del abrazo del Samuel, que dejó marcas profundas en mi cuello, y más allá. Tampoco de la pulcritud delirante de mi casa, luego de tres días de obsesiva limpieza.

Los que buscan esos relatos, que compren la revista del domingo.

Yo tengo, por esa naturaleza depresiva, la manía de verlo todo bajo la forma de designios maléficos, de una especie de mala suerte innata, que para mi caso tiene la forma de un lunar en la nalga izquierda.

Macarena dice que no es a marca de la desgracia, sino aquella de mi desasosiego. No hay mayor consuelo en esto, claro. Navegar constantemente entre la desgracia y el desasosiego, no es cosa fácil, no.

El Apestado no está aquí para agradar a nadie, solo para librarme, en parte, de mis tormentos.