11 abril, 2007



Capítulo 63


Si bien nunca quise hablar de política en este espacio, esta es la segunda vez que lo haré.

Resulta que en este, mi país casi imaginario, habrá un Asamblea Constituyente, que intentará refundar la República.

(Intentar: v.t. Tener ánimo de hacer una cosa ll Preparar o iniciar la ejecución de la misma ll Procura o pretender).

¿Cómo voy yo ha oponerme, a pesar de ser un apestado, a cualquier intento de cambio que, medianamente alcanzado, mejore la situación global de este país? ¿Cómo voy a negarme a la posibilidad de un cambio si la situación actual m tiene aplastado contra el piso?

Por este simple deseo, y por la manía de creer en los hombres, es decir en que no solamente son capaces de cometer patrañas, votaré sí en la Consulta de este domingo.

Claro que me dirán que la cosa no va a cambiar, o que la cosa, al contrario, se volverá peor. Los más recalcitrantes detractores de esta idea, de aquellos que desde mi punto de vista no les afecta ni les conmueve el status quo, por que se encuentran a gusto en él, esgrimen las más peregrinas ideas para convencer a la gente de votar No.

Surgen en estas ideas los temores más absurdos y extemporáneos (comunismo el más recurrente). Usan conceptos caducos que no hacen más que demostrar lo lejos que se encuentran de la realidad, la triste realidad de un montón de gente que ya no come cuento, gente que solo con verlos pronunciarse por el No, votarán Sí.

Entre las cosas más inverosímiles que dicen es que la Asamblea, poblada de izquierdozos resentidos, como seguramente mirarían a este su apestado servidor, aprobará el aborto (Sí, me llegó un mail que dice eso).

A mi me dan ganas de decirles que de haberse aprobado hace cuarenta años seguramente nos habríamos librado de escucharlos. Me dan ganas de gritar: ¡Viva el Postinor! Me dan ganas de llevarlos a una clínica abortiva clandestina y obligarlos a presenciar la intervención de algún aprendiz de médico a alguna asustada adolescente, (tal vez la que dejó embarazada su hijo), y practicarles luego, solo luego, un aborto de cerebro, que entre el detritus casi humano debería yacer.

No cabe en sus cabezas la posibilidad de que gente preparada en el tema imagine una manera de reducir los embarazos adolescentes, de masificar el uso del condón entre una población general cada vez más libre, más adelantada y también más promiscua. No conciben que la defensa de la vida se la hace con políticas de salud pública, acordes con la realidad, no con la fe.

Esos que hablan de defensa de la vida en tales términos, solo imaginan a sus nietitos muertos. ¡Morbosos!

Y ya, el leitmotiv era el aborto, lo de la Asamblea era una introducción literaria…