28 octubre, 2008

Capítulo 105 (El Apetado)

Soy una de las primeras víctimas de la crisis financiera mundial. Mi proyecto de hacer un hostal con mi amigo Niels, ha fracasado. Él ha debido regresar a su país de forma urgente, luego de que su padre sufriera un ataque cardíaco, producto igualmente de la crisis, lo que visto bajo una óptica razonable es peor de lo que me ocurre a mí.


Durante las últimas semanas, mi casa se convirtió en un laboratorio de ideas. Y en un muro de lamentaciones. Lo primero ocurrió porque con el entusiasmo con el que iniciamos a desarrollar la idea, creamos incluso planos de cómo se modificaría a vieja casa para convertirla en un hostal. Esto incluía número de habitaciones y baños, áreas de uso común, jardín donde tomar el sol (con las radiaciones características de una ciudad que está a 2.800 metros), y muchas otras cosas que me reservo para no dar ideas a otros apestosos roba ideas.

Lo segundo porque cuando quisimos averiguar cómo emprender el proyecto nos topamos con una cantidad enorme de burócratas municipales, cada uno de los cuales nos ha dicho otra cosa. ¿Acaso, me pregunto yo, no hay un instructivo sencillo que ayude a los emprendedores a desarrollar su proyecto, considerando que este también interesa a la ciudad pues significa para la misma más contribuciones? No, claro que no, tal cosa no existe, solo funcionarios descorteses, desinformados y apurados que no brinda ningún tipo de ayuda. En las próximas elecciones municipales de mi ciudad, yo no votaré por el actual alcalde o su seguidor por estas y muchas otras razones de las cuales son testigos mis cansados pies y desgatados zapatos.

Claro que los avances sobre lo actuado, me dirán ustedes, servirá para que yo solo lleve a cabo el proyecto, pero quien argumente en tal sentido se olvida de un pequeño detalle: mi pobreza, mi pestilente pobreza.

En virtud de lo que aquí expuesto (el lenguaje burócrata-municipal se me ha pegado de forma atroz), cargo una depresión manifiesta que me impide seguir escribiendo…

16 octubre, 2008

Capítulo 104 (El Apestado)

En mi casi imaginario país, se votó por una nueva constitución, por un nuevo orden de cosas, y ahora, la situación es esta:

De acuerdo a las previsiones de la minoría, es decir de aquellos que votaron por el no, por que las cosas queden igual que antes, ahora las chicas de los colegios ya no van a clases, sino que hacen cola en las afueras de las clínicas privadas y públicas para que les practiquen un aborto.

En mi casa, que quería convertirse en un hostal, ahora vive una pareja de gays, que está casada, y que además, esperan la aprobación del trámite de adopción de un niño, varón como ellos. El Estado me ha impuesto su presencia amparados en el artículo que señala el carácter social de la propiedad.

Pero al menos ya no pago las planillas del agua pues se ha decretado que el acceso a este bien es un derecho que no me puede ser conculcado, así yo no pague lo que dice la planilla mensual.

Yo, que pensaba mudarme de ciudad, he decidido ya no hacerlo. Había escogido a Guayaquil, la ciudad más poblada del país, pero ahora que esa ciudad y su gobierno local han pedido toda autonomía, es probable que en los próximos días deje de haber servicio de alcantarillado y de agua potable, como lo anunció su iluminado alcalde a su debido tiempo.

Por suerte tengo visto un terrenito no muy lejos de Quito, que está ya tiempos abandonado y que era mi sueño irrealizado, lo cual cambiará radicalmente pues ahora, al parecer, podré declararlo mío, sin más trámite que el de poner un par de palos y un techo, y ponerme a cultivar papas.

Entre malas y buenas cosas de este nuevo orden de cosas, ahora ya no tengo que ahorrar, sino presionar a mi hijo para que saque buenas notas pues esa es la única condición que debe cumplir para acceder gratuitamente a su educación superior, poco importa si es de calidad, lo que importa es que es superior, superlativa, suprema.

Macarena, mi esposa, no es tan entusiasta como yo, con este nuevo orden. Anda nerviosa con la presencia de los gay, que a mi me caen bien, porque son generosos y cocinan manjares. Entonces, Macarena, se ha dedicado a fumar hierba, cosa que ya no es prohibido, o más bien dicho ya no se castiga su consumo con prisión; ahora esto, si alguien la denuncia, le llevará a un sanatorio, lo cual, según ella, calmará sus nervios por un tiempo.

Y mientras ella goza de su descanso, gratuito, claro, porque ahora el acceso a la salud también es gratuito y universal, yo sacaré algunos productos a la venta en la vereda de mi casa pues nadie podrá incautármelos, como dice la ley, la nueva ley que rige a mi casi imaginario país.