02 marzo, 2006


Capítulo 1
Si alguien tiene el secreto para despojarse de la mala suerte que me lo venda, le pagaré con mi alma, aunque en este estado no tiene mucho valor. Hoy he salido a la calle con la esperanza de hallar la solución a mis problemas pero el asfalto me ha escupido su bochorno a la cara y he vuelto a mi caverna, con el espíritu contrito. Fui a dejar una carpeta en la empresa que buscaba una persona con un perfil mucho más bajo que el mío, profesionalmente hablando. Me recibió la asistente del lugar y cuando cerró la puerta en mi cara tras recibir la carpeta, oí que rasgaba papeles: ¡sin duda el sobre que contenía mi hoja de vida! El optimista que lea esto dirá que el papel rasgado era sin duda algo inservible. Yo, víctima de las circunstancias, pienso lo contrario. Aquí les va una muestra de mi mala pata: la pila de mi reloj se acabó, mi línea de teléfono celular fue anulada por no ingresar tarjeta en no sé cuantos meses, el teléfono convencional me lo cortaron por falta de pago, se quemó el monitor de mi PC, la pata de mis lentes, -¿no les dije?-, se desprendió y a pesar de haberla pegado quedó torcida. Eso pasó en apenas cinco días. En cuanto a mi desempleo, repentino pero prolongado, el caso es que tengo estudios de postgrado en el exterior y 1.80 de estatura. Una hoja de vida que parece demasiado inflada y ojos negros. Libros, artículos especializados en mi ramo, premios, medallas al mérito, reconocimientos internacionales a mi trabajo, seminarios de especialización que pocos han cursado; invitaciones como expositor a encuentros internacionales, ponencias publicadas... pero nada parece servir, ni mi aparente gracia. “Nadie es profeta en su tierra”, dicen, y estoy llegando a creerlo. Pero yo no me quiero ir de aquí. Ya me fui y ya volví. Y cuando volví nadie se acordaba de mí. Y tuve que hacerme de un nombre, con sangre y sudor, ganando miserias... hasta que lo logré, o eso es lo que pensé porque ahora tengo una mano adelante y otra atrás. Y vivo de la caridad, cosa que es más dolorosa que el hambre misma. ¡Alguien, por favor, dígame qué chuchas pasa! ¿Serán mis cuarenta y tantos años? ¿Será el maldito postulado que afirma que la clase media agoniza? ¿Será que las ciencias sociales, en este mundo de mercado y mercancías ya no valen nada? ¡Las ideas han muerto porque no se negocian en el TLC! Lo cierto es que yo estaba acostumbrado a viajar a Europa al menos una vez al año. Ahora me desplazo en bus contando los centavos. Comía en los mejores restaurantes de la ciudad, con vino, cualquier día de la semana; y me iba a la playa el rato menos pensado, a pasar tres días, sin tener que rendirle cuentas a nadie. Vestía adecuadamente y leía todos los libros que quería. Claro, no ahorré ni un centavo porque mi arrogancia me hizo creer que la vida siempre me sonreiría. Pero sí invertí en un negocio que tuve que cerrar por cuestiones ajenas al mismo, a pesar de que me iba parcialmente bien. El departamento que alquilaba a terceros me lo entregaron destrozado y no he tenido dinero para arreglarlo y darlo nuevamente en alquiler. Ahora, como dos veces al día porque para la tercera no me alcanza, fumo Full Speed porque el maldito vicio no se me va con tanta angustia y bebo ocasionalmente Norteño, para ahogar la desdicha. Mi hijo deberá salir pronto de su escuela porque no tengo para la mensualidad, lo más injusto y doloroso que me ha ocurrido. Mi pareja está contagiada de mi misma suerte y solo oímos la cantaleta, el ruido de que son tiempos difíciles, que ya pronto todo cambiará. ¡Qué mierda! Entonces, como no tengo personalidad suicida, y como los vicios se han reducido a los anteriormente citados, me queda el consuelo del buen polvo. Ese es mi alimento diario, aunque debo consumirlo con moderación pues ya no hay plata ni para las pepas -anti-ñaño- que liberarán, de un hermanito a mi hijo, de un muerto de hambre más, como yo, a esta hueste de famélicos de la vida buena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Best regards from NY! » » »

Anónimo dijo...

de adelante para atrás se lee sabroso...buen blog se notan las ganas