17 marzo, 2006



Capítulo 5

En cuanto a mis padres, ya es tiempo que me refiera a ellos. Viven en otra ciudad y su situación, tras ser muy boyante, es similar a la mía. No puedo, entonces, recurrir a ellos. Más bien son parte de mis preocupaciones y lamento día a día no poder ayudarlos. Ellos, como mucha gente, perdieron sus ahorros con el famoso feriado bancario decretado por el presidente por el que ellos mismos votaron. Y desde entonces empezó el descalabro que los ha conducido hasta aquí, hasta la frontera de su decaimiento. Solo espero que puedan levantarse.

Mientras tanto yo aquí, jodido pero contento, pues ya me pasó la depre. Macarena y Samuel siguen siendo la razón de mis más profundas alegrías, pese a la situación.

Es bueno, de vez en cuando, recordar que este apestado está ungido de algún perfume celestial que devuelve la calma a la tormenta que es mi vida en estos momentos. Macarena y Samuel son esa chispa que me queda de vida, no tengo ninguna duda de que es así e intento demostrárselos a cada instante, aunque a veces mi mal genio lo eche todo a perder.

Al final de la tarde nos hemos tirado todos en la cama a charlar y hemos terminado envueltos en cosquillas, gritos, jadeos y más juegos, todos felices; como si nada pasara, como si todo estuviera bien. ¡Qué bueno estuvo! Por un momento eterno, la vida dejó de apestarme.