10 marzo, 2006


Capítulo 3

Samuel quiere comprarse un traje de Spiderman. En su escuela todos hablan de él y de los PowerRangers. Yo soy culpable de que así sea. Bueno, de los Power Rangers hablan sus compañeros por su cuenta pero a Spiderman fui yo quien lo introdujo en la cabeza de cuatro años de mi hijo.

Resulta que venía con la historia de que era uno de los Power Rangers y me clavaba unas patadas puntiagudas en las pantorrillas que me hacían dar de gritos y saltar mientras el forajido lanzaba más golpes al aire, con ruidos animales.

Y más tarde venía con la historia de que tenía que dejarle ver los Power Rangers por la tarde Y yo que no, que esa cosa es demasiado violenta. El que sí, que todos sus compañeros ven. Y yo que seguía con mi discurso sobre la violencia y él que empezaba con el suyo de las lágrimas. Así que decidí hablarle de Spiderman. Le dije que éste nunca, o casi nunca, golpeaba por golpear, que usaba su agilidad y sus redes hechas de tela de araña para combatir a sus enemigos, que las armas estaban reservadas para los malos. Y más tarde fuimos a comprar un DVD pirata sobre mi héroe favorito y lo vimos juntos. Los Power Rangers están olvidados, por el momento. Ahora Spiderman me juega sucio pues luego de apoderarse del espíritu de Samuel quiere también su cuerpo. Pero yo no puedo comprarle el traje que lo transforme en héroe. Seguro que mi suegra le consiente. Así quedo frente a mi propio hijo como un desgraciado que no tiene plata para satisfacer sus infantiles deseos, por más que me preste para ser su enemigo imaginario y siga recibiendo golpes en la pantorrilla. La suegra debería recibirlos en mi lugar, a ver si así rectifica.

No hay comentarios: