27 marzo, 2006

Capítulo 7
Bueno, los amigos se han alejado en estampida y ahora ya no queda ninguno. En parte soy culpable por no cultivar buenas relaciones. De las otras está llena mi libreta de teléfonos. Cuando empezó la mala racha, llamé a algunos de esos teléfonos y si bien me respondieron, me dejaron colgado, a la espera, como quien dice, en el momento en que les conté que estaba sin empleo. Y sigo esperando.

A otros invité a mi casa, con el afán de compartir con ellos, de saber en qué andaban, de contarles cuál es mi situación por si acaso ellos sabían de algo. Hasta les di de beber mis tragos. Es así como funciona esto, me decía dejando caer los hielos en el vaso de whisky, convencido de que en algún momento alguien se acordaría de mí. Pero simplemente no fue así.

Saco a colación esto porque esta tarde encontré a uno de esos conocidos en la calle. Le pregunté por su vida y no paró de hablar hasta que llegó la hora de despedirse. Y sobre mí, nada, no dio tiempo de contarle mi desgracia. Yo, en cambio, supe que tiene dos trabajos, que cada vez está mejor, que su mujer está en igual situación, que sus hijos van a la mejor escuela de la ciudad, que me invitaría su nuevo departamento, algún rato.

Así que seguí mi camino y cuando llegué a casa, taché su nombre y teléfono de mi agenda. Igual, ya no vive en el mismo lugar. La lista era larga...

Confieso: cuando camino por la calle, miro al piso a ver si encuentro alguna moneda. Yo nunca he sido supersticioso pero me ha dado en este tiempo por pensar que si encuentro al menos un centavo en la calle será señal de que mi suerte va a cambiar. No sé si es que esto hace parte de las creencias populares, pero ha salido del fondo de mi mala suerte como si fuera parte de una memoria ancestral que quiero compartir.

Y ya que lo menciono, voy a hablar del mal de ojo. Sí, el asunto es tan grave que he pensado hasta en las cosas más absurdas para tratar de explicarme qué está sucediendo. Y se me puso que alguien me echó mal de ojo. ¿Qué más si no?

Esto es lo que encontré en la red, luego de una búsqueda rápida, por si interesa:
EL MAL DE OJO

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo, la vida tiene sus altas y bajas, pero depende de nosotros el tratar de mantenernos en la cresta (es difícil, pero se puede).

Y la verdad es que cuando uno está jodido, es que se vé quienes son los amigos de verdad. El resto no vale la pena.

Trata de salir del hueco, que uno sólo se cae para levantarse de nuevo, y no tropezar con la misma piedra.

Anónimo dijo...

Esta difícil la situación...no he leído todo el blog pero esta interesante. a que te dedicas. Y si encuentras la moneda y la suerte cambia y te conviertes de apestado en alguien de éxito en que terminará este blog.

Anónimo dijo...

Me has dado sonrisas todo el viaje hasta Puembo, acordandome lo que lei en tu blog

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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