23 mayo, 2006


Capítulo 25

La tendera de la esquina, muy mezquina ella, me mandó de patitas a la calle cuando le pedí que me fiara una libra de arroz. Me señaló el letrerito ese que dice: Hoy no fío, mañana sí, y me dejó sin palabras con qué replicarle. Salí de ahí como un perro herido intentando encontrar entre las paredes de mi cerebro una frase que me diera ánimo hasta que aquella de: “todo cae por su propio peso” vino a reconfortarme.

Y es que me imaginé a la tendera cayendo sobre su enorme culo cuando salía yo a la carrera luego de robar la libra de arroz que me mezquinó. La imagen me recompuso pero debo aclarar que soy incapaz de robar algo porque le tengo miedo a la policía. Eso ocurre desde que mi abuela me amenazaba con llamar al chapa de la esquina cada vez que ella creía que había portado mal. Y ahora cada vez que veo un policía me cruzo de vereda, como un delincuente.

Pero lo que importa aquí es que la comida de Samuel quedó incompleta sin una porción de arroz que acompañe a las ya asquerosas torrejas de atún cuya receta saqué de un recorte viejo de periódico.

Debo pensar en algo que ponga a la tendera en su lugar. Debo encontrar otra tienda en la que no haya el letrero maldito.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mandales al intendente

Cristian dijo...

Mira el buen lado a lo mejor ese arroz estaba malo, y que tal una ensalada?

Anónimo dijo...

La vida seguirá siendo insípida sin tendera o con ella.

Será mejor encontrar otra receta para el atún, y de paso, alguna idea para usar la lata.

Daan