Entonces me pondré pesado como solo yo sé hacerlo. Y para empezar, mierda sobre la Asamblea: ¡mierda! Ya, ya está.
Segundo, redundo en mi pestilencia para que los que se hastían de ella, reciban de una vez por todas la sobredosis que tanto andan buscando: sigo en la mierda, aunque esta mierda que me carcome sea de otra materia, de otro origen (¿cabe esto?) que el que define a la Asamblea y sus omnipotentes miembros, mierdosos miembros que no harán nada por sacarme a mi, y a una horda de individuos como yo, de esta mierda que apesta.
Y ya que estoy, embarrando con mis palabrotas a todos, diré que no es mi intención dar lástima, ni recibir favores, y si finalmente les doy lástima, pues allá ustedes. Este no es más que el relato de las desventuras de un apestado más, de los muchos que andan por ahí, de los muchos que no tienen el coraje de exponer sus miserias.
Y sí, claro que intento salir del hueco. Ya hace un par de meses dije que tenía algo entre manos, que intentaba guardármelo en secreto pero los últimos eventos me han empujado a revelar mis planes a Macarena. Pero por ahora no tengo tiempo de contar nada sobre esto, será la próxima. Sigan en sintonía, pues.
10 diciembre, 2007
Capítulo 88 (El Apestado)
Publicado por El Apestado en 7:34 a. m. 14 comentarios
Etiquetas: secreto
23 noviembre, 2007
Capítulo 87 (El Apestado)
Ayer Macarena explotó, literalmente. De repente sus caderas desaparecieron y todo su cuerpo adquirió la forma de una bombona de gas, con fuga, mientras yo, con un fósforo en la mano, trataba de ver en la oscuridad de nuestros días cómo la pobreza corroe nuestra relación sin remedio.
Eso, como ya ocurrió el año pasado, es producto de la cercanías de las Navidades, quizá la fecha más apestosa que ahora nos toca vivir. Porque, querámoslo o no, el entusiasmo de Samuel, las expectativas que se crea nos hunden en la certeza de que sus deseos se cumplirán a medias, que quizás, la bicicleta con la que ahora sueña, no se la daremos nosotros, sino su abuela, la omnipresente, o la hermana de Macarena que, otra vez, como todos los años, nos deleitará con su presencia (nótese la ironía), la de su corpulento y hueco marido, el orgulloso amigo de Shwarzenegger, la de sus hijitos cargados de dispositivos electrónicos y más gringos que el pato Donald.
Y, es así que Macarena, ante la apestosa realidad, y aunque yo ya no trabajo como un esclavo durante todas las noches, cosa que tendemos a olvidar, y que hace que las cosas definitivamente hayan mejorado, se lanzó a llorar tras constatar que no teníamos dos dólares que enviar a la escuela del Samuel, para pagar la salida que el curso haría al día siguiente. Se puso a decir que ya está harta, que ya son seis años que no logramos salir del hueco, que tanto sacrifico para nada, que ella no se lo merece, que Samuel tampoco, que yo, en definitiva, no he hecho lo suficiente como para sacarlos de esta “apestosa situación”. Cuando usó el término, se me heló la sangre, y, un segundo más tarde, mi cara hervía del rubor. Se me puso que, como tanto lo temo, se haya enterado de estas confesiones, pero no, era solo una expresión. Sin embargo, la verdad que salió de su boca, aquella según la cual no he hecho lo suficiente para sacarlos del atolladero, me hace caminar con la mirada baja, sentir la pestilencia sobre mis hombros como quizás nunca antes la sentí.
Publicado por El Apestado en 6:16 a. m. 56 comentarios
Etiquetas: pobreza
09 noviembre, 2007
Capítulo 86 (El Apestado)
Como dice el poeta mexicano José Emilio Pacheco, “importa el texto y no el autor del texto”. Quiero así empezar la defensa de mi anonimato, a propósito de una serie de comentarios que han motivado, al menos, mis dos últimos post. Además, era un tema que había quedado relegado, tras más de un año de estar exponiendo en este espacio mi apestosa vida.
Si disfrazo mi identidad, es por varias razones, la principal: una elección personal. Así como Bruno Díaz, Peter Parker, superhéroes a quien no llego ni a los talones, he optado por permanecer oculto, porque, entre otras cosas, me inquieta que mi suegra, la omnipresente, se entere de mis pasiones, de que mi mujer, a quien llamo aquí Macarena, sepa de mis descripciones desvergonzadas sobre su anatomía, que mi hijo descubra que su padre es un Apestado.
Y es así que este, mi alter ego, con toda su humanidad y fragilidad se esconde tras la imagen de un ser a quien rondan las moscas. Pero estoy a la vista de quien me busque, de quien se dé el tiempo de leerme. Y así mismo, es desde este espacio, y con esa identidad velada que comento, a veces con agudeza, lo que ocurre en espacios semejantes a este.
Ahora, cerca de 800 comentarios han entrado en este blog a los diferentes post, de esos, 30 han sido anónimos y si muchas veces he querido responderles, ver su imagen revelada, aunque sea bajo la forma de una figura abstracta, me encuentro con el vacío, con una pantalla muerta que no me remite a nadie, a nada, a la nada.
Sin embargo, entiendo a quien me dice que mi anonimato es tan válido como el anonimato de quien ni siquiera se da un nombre, aunque sea tan apestoso como el mío, o tan perfumoso como el de otros. En mi defensa, como lo dijo un célebre anónimo, a propósito del anonimato, “odio a la gente que no da la cara”. Pero claro no los odio con ese odio que incita al asesinato.
Publicado por El Apestado en 10:05 a. m. 17 comentarios
Etiquetas: anonimato
06 noviembre, 2007
Capítulo 85 (El Apestado)
El post anterior trae consigo un comentario, lamentablemente anónimo, que intenta desvalorar mis afirmaciones, señalando una supuesta contradicción en mis opiniones. Concretamente, el comentario, anónimo, dice lo siguiente:
“Curioso esto del racismo no? el apestado odia a los gringos pero destesta el individualismo.”
Bueno, a continuación el post del que se agarra el anónimo personaje para desvalorar mis opiniones, veamos:
“Quiero dejar claro que no aguanto a los gringos, o a la mayoría de ellos y si este sentimiento era ya marcado en mí antes de trabajar para ellos, ahora que lo haga se ha reforzado hasta convertirse casi en odio”.
Casi en odio. Queda claro.
Ahora, hay muchas cosas que sí odio, odio la colada morada, por ejemplo, y eso no quiere decir que esté en contra de las tradiciones de mi país. (La colada morada es una bebida hecha a base de mortiños, de color rojo intenso, que simboliza la sangre de los muertos, y que se acompaña con las también tradicionales guaguas de pan –muñecas de pan). Odio también, a los nazis, como debieron odiarlos a su vez los judíos, con justa razón. Odio también el anonimato en los comentarios lo que no quiere decir que odie a quien comenta.
Reconozco que la polisemia del término odio acerca al sentimiento aquel del racismo, pero debe quedar claro que el odio (casi odio) que siento hacia los gringos, hacia algunos de ellos, como señalo claramente, es más bien una animadversión generalizada por las constantes muestras de arrogancia, prepotencia, de racismo -ellos sí, - hacia toda la cultura latina, hacia le patio trasero de su país, hacia lo forma en cómo me tratan a mi cuando los recibo en la puerta del hostal en el que trabajo.
Me he visto odiosamente forzado a comentar este comentario porque no quiero quepa la menor duda sobre mi tolerancia hacia todos los grupos humanos, incluidos los gringos, y aunque he sido vilipendiado por ellos con frecuencia, nunca me atrevería a ejercer violencia en su contra, lo que sí hace el racismo, en diferentes formas.
Publicado por El Apestado en 6:37 a. m. 6 comentarios
Etiquetas: racismo
25 octubre, 2007
Capítulo 84 (El Apestado)
Me voy a poner coyuntural. Les contaré algo sucedido ya hace unos 20 años, en París. Esto, a propósito del ataque racista sufrido por una adolescente ecuatoriana en los trenes de Cataluña.
Y bien, pues yo también sufrí un ataque racista a los pocos días de llegar a París. La cosa va así: como yo era, y sigo siendo, muy bueno para muchas cosas, salvo para la estabilidad laboral, conseguí que me becaran para estudiar francés mientras preparaba mi apestosa cabeza para los exámenes de ingreso a la Universidad.
Así, un día salía del instituto de francés, en las cercanía de Montparnasse, cuando en una esquina, a las puertas de un bar, en una zona llena de gente, un grupo de skins me preguntó algo que yo no supe responder, pues mi francés se limitaba al bonjour, al merci y al s’il vous plait, con ese aterrador acento latino que hace que la lengua de Moliére suene a escoba vieja sobre el pavimento.
Así, con voz apagada por los nervios, les dije a los seis u ocho racistas alguna incongruencia que debió sonarles a insulto, y todos ellos se abalanzaron a patearme profiriendo insultos que entonces, claro, yo no entendía. Como no soy pendejo, me lancé a media calle, por encima de un auto que estaba parqueado en la calzada y cuya alarma sonó estrepitosamente, llamado la atención de cuantos, todavía, no se atrevían a mirar de frente la agresión.
Eso fue, en realidad lo que más me molestó y me hirió: ver a una sarta de parisinos, esos sí pendejos, que no hicieron nada por defenderme cuando un grupo de neonazis me agredía. Esa es la peor muestra del estado de descomposición en el que se encuentra las sociedades europeas, ese individualismo enfermizo que lleva al suicidio a la gente, que les lleva a convertirse en unos cobardes, en cómplices de agresiones como las que yo, o la adolescente que vive en Cataluña, sufrimos. Y es por eso que yo, aún cuando tendría muchas más oportunidades laborales en el viejo continente, nunca volvería a vivir allá.
Publicado por El Apestado en 6:09 a. m. 14 comentarios
Etiquetas: racismo
22 octubre, 2007
Capítulo 83
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Capítulo 52 Nuevamente el frío, el apestoso frío ...":
QUE PENA QUE HAYA GENTE TAN NEGATIVA EN ESTE PAÍS PERO NO TE VOY A INSULTAR POR TU IGNORANCIA TE DESEO MUCHA SUERTE Y QUE OJALA UN SER SUPERIOR CAMBIE TU TONTA FORMA DE PENSAR... BYE !!!...APRENDE A VER LAS COSAS POSITIVAMENTE ANIMAL..!!!
Qué dicen ustedes, ¿el anónimo personaje quiso a no quiso insultarme?. Talvez no quiso insultarme al principio pero luego lo pensó bien y terminó tratándome de animal, cosa, que, sinceramente, no es la peor que me han dicho.
Publicado por El Apestado en 8:49 a. m. 11 comentarios
Etiquetas: insulto
19 octubre, 2007
Capítulo 82 (El Apestado)
Samuel no quedó contento con la historia, ridícula, lo reconozco, que le conté la última vez; la misma que transcribí en el anterior post. Así que, y sin importar que coincida en todo con la versión anterior, aquí va la nueva historia.
Como ya lo dije, encontré un dibujo pegado de una pared del barrio, y llevé el dibujo conmigo, mientras mi pestilente cabeza albergaba la posibilidad de un alter ego intergaláctico, palabras que despertaron la curiosidad de mi hijo Samuel, de cinco años.
Los socof, le dije a Samuel, son seres de otra galaxia que pueblan el planeta desde hace pocos años y que han escogido Quito para hacerse conocer.
Los socof, no viven en las alcantarillas, viven dentro de los faroles que alumbran las ciudades o los caminos. Mientras más fuerte son los focos (nótese que socof es el slang de focos), más socof se alojan ahí. Las bombillas titilantes son hogares abandonados, abandonados por otros que refulgen, no como ese que tímidamente alumbra nuestra calle.
Entonces, (debo dejarme de tanta literatura con Samuel), estos seres que tienen la capacidad de transformarse en partículas que se alimentan de luz, pueden tomar forma corpórea, pero son tan feos, que solo lo hacen esporádicamente, con objetivos precios, el más importante de los cuales es mostrarse poco a poco.
Sí, quieren ser nuestros amigos, vivir en paz, fuera de un mundo que ahora es hostil para ellos pues el sol que los iluminaba y alimentaba, murió tras una explosión. Y si aún hay luz para alimentarlos, el fin está próximo para los socof.
Cuando salen a las calles de Quito, dejan a su paso dibujos que los representan, dibujos como el que yo encontré, que llevé a la casa y que ahora preside la pared donde Samuel pega todas las cosas que le hacen, o le han hecho, soñar.
Luego, salimos a la calle, bien arropados, a ver el farol que está a unos metros más allá de la fachada de mi casa, pequeñas partículas arreboladas por la luz flotaban aquí y allá, eran los socof que venían de su planeta a poblar los faroles de la ciudad.
Publicado por El Apestado en 5:52 a. m. 6 comentarios
Etiquetas: cuento