19 octubre, 2007

Capítulo 82 (El Apestado)

Samuel no quedó contento con la historia, ridícula, lo reconozco, que le conté la última vez; la misma que transcribí en el anterior post. Así que, y sin importar que coincida en todo con la versión anterior, aquí va la nueva historia.

Como ya lo dije, encontré un dibujo pegado de una pared del barrio, y llevé el dibujo conmigo, mientras mi pestilente cabeza albergaba la posibilidad de un alter ego intergaláctico, palabras que despertaron la curiosidad de mi hijo Samuel, de cinco años.

Los socof, le dije a Samuel, son seres de otra galaxia que pueblan el planeta desde hace pocos años y que han escogido Quito para hacerse conocer.

Los socof, no viven en las alcantarillas, viven dentro de los faroles que alumbran las ciudades o los caminos. Mientras más fuerte son los focos (nótese que socof es el slang de focos), más socof se alojan ahí. Las bombillas titilantes son hogares abandonados, abandonados por otros que refulgen, no como ese que tímidamente alumbra nuestra calle.

Entonces, (debo dejarme de tanta literatura con Samuel), estos seres que tienen la capacidad de transformarse en partículas que se alimentan de luz, pueden tomar forma corpórea, pero son tan feos, que solo lo hacen esporádicamente, con objetivos precios, el más importante de los cuales es mostrarse poco a poco.

Sí, quieren ser nuestros amigos, vivir en paz, fuera de un mundo que ahora es hostil para ellos pues el sol que los iluminaba y alimentaba, murió tras una explosión. Y si aún hay luz para alimentarlos, el fin está próximo para los socof.

Cuando salen a las calles de Quito, dejan a su paso dibujos que los representan, dibujos como el que yo encontré, que llevé a la casa y que ahora preside la pared donde Samuel pega todas las cosas que le hacen, o le han hecho, soñar.

Luego, salimos a la calle, bien arropados, a ver el farol que está a unos metros más allá de la fachada de mi casa, pequeñas partículas arreboladas por la luz flotaban aquí y allá, eran los socof que venían de su planeta a poblar los faroles de la ciudad.

6 comentarios:

cralvbenalc dijo...

bien pulido este relato y te quedaría un cuento de ficción muy aceptable

Yo soy del Quito dijo...

que buen final.

Anónimo dijo...

La esencia de todos estos seres es la de existir, esa voluntad que parece crear una armonia suficiente como para suponer una civilización entera, alimentada por la verdadera voluntad de fondo:

La de quien los imagina.

LA Gaby dijo...

que lindo papá :D

Gringuita Quiteña dijo...

Algo que no apesta en la "apestosa" vida del Apestado.....su relacion con su Samuel. Te imagine en la congelante noche de Quito, de la mano con tu pequeño, mostrandole el faro donde estan los personajes de tu historia......

Pastv dijo...

Bien el papel de padre... desarrollar la imaginacion del niño es lo mejor que puedeas hacer. Saludos.