Capítulo 31
Si he dicho en otras ocasiones que Quito apesta, debo rectificar: Quito apesta cuando hace frío.
Cuando hace sol, en cambio, Quito brilla. Y lo hace aún más cuando, como el domingo pasado, los quiteños se encierran en sus casas a ver no sé qué partido de fútbol. Y, todavía más aún cuando las calles del Centro histórico se vuelven peatonales y nos dejan a Macarena, Samuel y a mí, recorrerlas sin contratiempos. Y brilla todavía más cuando por esas calles podemos llegar al mejor escenario posible, la Plaza de San Francisco, donde, de forma mágica, nos esperaba el mejor concierto que hubiéramos jamás imaginado.
Papá Roncón, el negro más sabroso de estas tierras, olvidado en estos meses tras los zapatos de sus hermanos del Valle del Chota, jugó con sus adivinanzas y música hasta hacernos vibrar de alegría.
Y eso otro negro, el bajista y camerunés Richard Bona que con su camisa naranja fosforescente y acordes similares a los Jaco Pastorius, deleitó con su música universal a muchos extranjeros y pocos, muy pocos quiteños. Gracias entonces capitalinos por dejarnos en paz disfrutar del sol, la música y las calles silenciosas y sin smog. Si es así, ruego porque el mundial dure una eternidad.
12 junio, 2006
Publicado por El Apestado en 2:06 p. m.
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5 comentarios:
I guayaquil, ¿cuándo te apesta?
HI FROM PORTUGAL
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:)
Jorge Luis: Guayaquil también apesta, sí. Apestan las reglas absurdas de sus autoridades. Apesta no poder tomarse una cerveza, en pleno Boulevard, a 38 grados a la sombra. Apesta cuando no puedo besar a la Macarena, en sus carnosos labios, en el Malecón 2000, ni que ella pueda subir al cerro con esa minifalda que detiene el tráfico.... en fin...
Je!
(comentario estúpido dirás, pero cuando luego de leer algo, sonríes de la nada, esa es exactamente la palabra que sale, acompañado de una sonrisa que dice lo mismo: je)
me uno a tu ruego que el mundial dure una eternidad... perdón el destiempo de mi comentario pero acabo de encontrar al apestado
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