24 abril, 2006


Capítulo 17

Las cosas que digo aquí apestan. Ya lo sé, no necesitan repetírmelo a cada rato. Y, no quiero, a causa de este tipo de comentarios, maquillar o perfumar mis palabras. El Apestado nació de un estado pestilente pero late, desde su nacimiento, la certeza (no la esperanza) de que las cosas se revertirán. Y no lo harán por acciones del Espíritu Santo sino porque la física lo dice: las cosas que caen tienden siempre a subir, aunque sea por rebote. Y no diré nunca, pero nunca, “Sí se puede”, porque esta afirmación encierra, quiéranlo o no, un “no se pudo”, un, “no se puede”, una derrota que nos condena.

Yo soy el primero en cansarse de que nada ocurra, ni siquiera en este medio. Me canso de que los comentarios sean tan banales y escasos. Pero no me rindo, no. Así que, a aquellos a quienes apesta este blog les digo sin miramientos que vayan a buscar perfumes en otras latitudes, que sus lecturas, allende, les llenen de algarabía.

Si ahuyento lectores pues me atengo a las consecuencias. Además, no busco, como ya lo dije en un post anterior, ningún tipo de reconocimiento, (aunque de tanto repetir esto talvez me esté contradiciendo.) Lo que en realidad pretendo es dejar una huella de lo que sucede entre nosotros, de lo que le puede ocurrir a cualquiera, a la vuelta de la esquina.

Pero ya que quieren leer algo nuevo, debo contarles que algo extraño ocurrió en días pasados. Mientras limpiaba la casa, en la mañana, sonó el timbre. Cuando fui a ver quién había tocado esperaba encontrar tras la puerta a algún vendedor, o un sobre bajo la puerta. Pero mi sorpresa fue grande cuando vi a una enorme mujer, de unos sesenta años, con claro aspecto extranjero, que me preguntaba si era yo el dueño de la casa. Tras responderle afirmativamente, me preguntó por el departamento que está en la parte de atrás. Le dije que el departamento seguía ahí pero que estaba parcialmente destruido. Luego, y no sé en que momento, caminaba, casi de la mano de este enorme ser, hacia el interior de la casa para enseñarle el lamentable estado en el que estaba el lugar.

Hacía unos siete años, cuando mi situación y la de mis padres era buena, y cuando mi abuela materna aún vivía, se decidió arrendar el lugar a una fundación dizque ecológica para que instale ahí sus oficinas. Si bien las cosas funcionaron correctamente los tres primeros años, el cuarto, la fundación se vino a pique y así mismo la puntualidad con la que entregaban las mensualidades. Entre tiempo mi abuela murió, mi padre cayó en desgracia económica y yo perdí mi último empleo lo que me obligó a abandonar el duplex que alquilaba por la vieja y derruida casa de la abuela.

Los tipos de la fundación tras ser una joyitas, como diría me abuela, se convirtieron en unos energúmenos a los que había que huir. El pelón tenía dentadura postiza a pesar de su cuarenta y tantos años. Su mujer nunca miraba a los ojos y el socio de estos, que había sido el novio de la gorda mujer del pelón, era tartamudo. Bueno, para resumir, el trío dejó de pagar las mensualidades y nunca se atrevió a enfrentar el problema sino que huía y atacaba. Luego se les pidió que entregaran el lugar y se fueron un fin de semana en el que no había nadie en casa, con deuda de dos meses y el lugar destruido por completo.

Durante largo tiempo consideré arreglar el departamento para darlo nuevamente en alquiler y así poder tener un ingreso fijo, aunque sea mínimo. Pero la falta de dinero me lo ha impedido. Lo extraordinario de esta historia es que Helga, la polaca, ha decidido alquilarme el lugar y arreglarlo a cargo de las mensualidades del alquiler.

Acepté la oferta de inmediato antes de darme tiempo en meditar sobre el asunto. Ahora, que deberé contarle la noticia a Macarena, me entran las dudas de haber tomado la decisión correcta. Después de todo, poco sé de nuestra nueva inquilina.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Flaco,

Yo he leido varias veces tu blog y la verdad no me parece malo, sino una cruda realidad de como alguien puede estar super bien (mi caso por ahora) y de repente pasar a la mas fuerte crisis economica que termina arruinandote todo.

De mi parte, solo te digo: ñeque. Dale con fuerza que las cosas tienen que ponerse bien algun momento.

Anónimo dijo...

Así es esto de los blogs. En términos estadísticos dicen que de cada 8 lectores solo uno dejará comentarios, es cuestión de acostumbrarse nada más. Talvez un contador o un sistema de estádisticas podría ayudarte a confirmar que no estás escribiendo "al aire"

Mi actividad como "comentarista" en blogs es muy baja, pero, así como hago con muchos otros blogs, a éste vengo seguido y leo todos los posts que se van publicando. Generalmente la ausencia de comentarios si se ve compensada con la presencia de lectores.

Saludos

Anónimo dijo...

Yeah! pero en cuanto a mi respecta me gusta mas que dejen comentarios a que solo pasen, es como si por lo menos se que estuvieron ahi...

Hey, todos los bloggers de por aca! registrense en mi foro!

Anónimo dijo...

This is very interesting site... » » »