06 abril, 2006


Capítulo 11
Antes era un obsesionado de la información. Leía al menos dos periódicos diarios como si fuera una obligación. Ahora no alcanzo ni a ver los noticieros pues Samuel no está en edad de acompañarme en esos menesteres y, además, es la hora en la que debo estar con él. Así que, cada vez que paso junto a un vendedor de periódicos, intento leer por lo menos los títulos de portada para sentir que sigo el pulso de lo que sucede en mi entorno. Asimismo, echo vistazos al periódico del vecino de asiento, en el bus, aunque a veces recibo malas caras por hacerlo. Hace poco, un tipo, de esos a los que sí les apesta la vida, me recordó que su ejemplar le había costado 35 centavos: tras el sermón se replegó sobre su asiento en forma hostil.

La noticia, inconclusa ante mis ojos, hablaba de un hombre que fue baleado durante un velorio. O sea que fue a velar y salió velado, luego de ser baleado. No tengo datos de lo ocurrido pero la historia ha dado vueltas en mi cabeza de desocupado durante todo el día. Al final solo lograba imaginar al asesino, un tipo que pasó por ahí, hizo un par de disparos, se subió a un auto y desapreció en las calles de la ciudad con pólvora en la mano y sin arrepentimiento alguno. Quizás fue a festejar su hazaña con algunos panas al sumar a su lista uno menos de sus enemigos. ¡Que banal la muerte, qué banal la vida!

Descanso en paz, como el difunto, al saber que no debo sufrir tales miserias, ¡aunque uno nunca sabe! Sin embargo, entiendo a aquellos que matan por pasión. Solo de pensar en los compañeros de trabajo de Macarena, que mirarán con hambre sus torneadas piernas, me cogen ganas de acribillarlos, o, al menos, de perforar con clavos oxidados sus viciados ojos adúlteros.

No es la primera vez que Macarena trabaja, ni será la última. Sin embargo me duele saber que para ella es un sacrificio enorme alejarse de la casa por un trabajo que no le place y por un salario que no complace. Aunque, también sé que al final del mes, cuando reciba su primer cheque, saldremos a festejar como si hubiéramos ganado la lotería y todos los sufrimientos que ahora me atormentan, se diluirán entonces entre la espuma de una biela helada, o quizás, quién sabe, entre el aroma y los taninos de un vino chileno.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones, te nominaron para weblog destacado en Ecuablogs. Suerte ahi.

El Apestado dijo...

YO, destacadao... no me lo puedo ceer. Al fin la vida me sonrie...