Capítulo 50
Marcando el inicio del día en las calles sucias de La Mariscal, intento entender lo que sucede, pero el trayecto es corto, y el sueño grande. Las horas más absurdas acogen la perpetua interrogante sobre qué mismo es la vida, esta apestada vida.
No puedo alejar la nube que me sigue y solo falta que me parta un rayo. … Mentira, solo intento sacar lágrimas de mis apasionadas lectoras (estoy siendo irónico), para que me sigan la leyendo.
La verdad es que me va bien. Hace poco se me ocurrió ofrecer mis servicios de guía personal luego de que una pareja de franceses me pidiera que los acompañe a un paseo por el Centro histórico de Quito, durante mi tarde y noche libres en el hostal donde trabajo. Aunque habitante del barrio La Mariscal durante toda mi vida quiteña, el Centro fue lugar de referencia de toda esa misma vida. No podía faltar la anécdota del padre que carga a su hijo por el Centro de la ciudad, contándole lo maravilloso que fue el tiempo pasado, testigo de ello, las piedras, hoy pulidas y relucientes, de este patrimonio de la humanidad.
Y bueno, ya que me considero un conocedor respetable de los monumentos del Centro histórico, y de las huecas donde se cuecen los mejores manjares, me aventuré al paseo con los franceses. Mi visión sobre el Centro, luego de una disgregación profunda de porqué se lo llama así, encantó a los franceses que venían cargados de guías que explicaban la historia pura. Yo me encargué de asociar a su historia algo de anécdotas y el resultado fue un paseo muy ameno para mis acompañantes y halagüeño para mi porque recibí muchos elogios por mi conocimiento sobre la historia viva de la ciudad. La verdad es que me inventé algunas cosas, pero nada serio, solo quería darle más color a una historia que de por sí ya es colorida.
Como ya lo esperaba, alabaron mi francés, pagaron todos mis consumos y como si fuera poco me recompensaron con cincuenta dolaritos que me cayeron de maravilla.
Quiero decir con esto, antes de que algún aguzado lo haga, que mi vida no apesta tanto, como quise darles a entender al principio, con el solo afán de que me lean hasta el final.
Marcando el inicio del día en las calles sucias de La Mariscal, intento entender lo que sucede, pero el trayecto es corto, y el sueño grande. Las horas más absurdas acogen la perpetua interrogante sobre qué mismo es la vida, esta apestada vida.
No puedo alejar la nube que me sigue y solo falta que me parta un rayo. … Mentira, solo intento sacar lágrimas de mis apasionadas lectoras (estoy siendo irónico), para que me sigan la leyendo.
La verdad es que me va bien. Hace poco se me ocurrió ofrecer mis servicios de guía personal luego de que una pareja de franceses me pidiera que los acompañe a un paseo por el Centro histórico de Quito, durante mi tarde y noche libres en el hostal donde trabajo. Aunque habitante del barrio La Mariscal durante toda mi vida quiteña, el Centro fue lugar de referencia de toda esa misma vida. No podía faltar la anécdota del padre que carga a su hijo por el Centro de la ciudad, contándole lo maravilloso que fue el tiempo pasado, testigo de ello, las piedras, hoy pulidas y relucientes, de este patrimonio de la humanidad.
Y bueno, ya que me considero un conocedor respetable de los monumentos del Centro histórico, y de las huecas donde se cuecen los mejores manjares, me aventuré al paseo con los franceses. Mi visión sobre el Centro, luego de una disgregación profunda de porqué se lo llama así, encantó a los franceses que venían cargados de guías que explicaban la historia pura. Yo me encargué de asociar a su historia algo de anécdotas y el resultado fue un paseo muy ameno para mis acompañantes y halagüeño para mi porque recibí muchos elogios por mi conocimiento sobre la historia viva de la ciudad. La verdad es que me inventé algunas cosas, pero nada serio, solo quería darle más color a una historia que de por sí ya es colorida.
Como ya lo esperaba, alabaron mi francés, pagaron todos mis consumos y como si fuera poco me recompensaron con cincuenta dolaritos que me cayeron de maravilla.
Quiero decir con esto, antes de que algún aguzado lo haga, que mi vida no apesta tanto, como quise darles a entender al principio, con el solo afán de que me lean hasta el final.
8 comentarios:
aun asi la vida es dura... y solo nos queda conservar la frente en alto y luchar hasta el final
ojala te vaya mejor que hasta ahora
saludos y buen fin de semana
que bueno que su vida mejore!!!
¿50 dolaritos y consumos pagados? Con una "guiada" diaria el olor verde dólar haría de AXE para el aletazo de la vida.
> No puedo alejar la nube que me sigue y solo falta que me parta un rayo.
jajajajaja
Tu vida ya no apesta tanto, me alegro por eso, y veo que a esa camarita le estas dando buen uso!
No me digas que no les llevaste a las guatas o donde mamamiche?????
Otro blog al que entro por primera vez, asi que te dire que me encanto la descrpiccion que haces de ti mismo.
Tan realista tu perspectiva de cuan "agradable" es nuestro entorno.Si vives de la caridad eres como Diogenes, y que bueno por ti lo que resulta beneficioso tambien para la construccion de nuestra fauna humana.
Ya, ya,..darle una perspectiva filosofica puede parecer solo un tonto consuelo....
Saludos, me gusto tu blog.(Si te esperabas una critica sesuda, te quedas esperando).
italo calvino en mi blog...
el tiempo apesta
Yo soy otra de las personas que no puede vivir sin poner las patas en el centro y recordar las historias de la urbe e inventar unas nuevas.
Saludos y nunca estan demás esos 50 dolaretes! ¿en que los vas a invertir?
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