30 marzo, 2009

Capítulo 114 (El Apestado)

Debo confesar que sí he sentido miedo en la vida. Un miedo que algunas veces es tonto o injustificado, como el de perder a mis más cercanos familiares en un accidente de aviación, (como el que ocurrió hace poco en mi ciudad), aunque ellos casi nunca se hayan subido a un avión.

Miedo de terminar en la calle, mendigando, en busca de pan para mi hijo. Miedo de caer enfermo, y de no poder solventar los gastos médicos. En fin, miedos que involucran a mi apestosa condición de pobre, de aquel que no tienen dónde caerse muerto, en un país de muertos de hambre.

Y sentí miedo en una ocasión cuando un gobierno represor se ensañó con los jóvenes de mi país, jóvenes que disentíamos con la verdad oficial, y a quienes, en muchos casos, se desapareció, se torturó, se detuvo arbitrariamente. A algunas de esas personas yo las conocí, y fue en esa época en la que salía con miedo a la calle cuando el Escuadrón Volante, recorría las calles de mi ciudad , sembrando terror, con el pretexto de combatir al terrorismo.

Saco a colación todo este tema del miedo porque hay un personaje, político, menor a mi, que se ha tomado al miedo como bandera de campaña. Yo solo me pregunto dónde estaba este joven cuando los de su edad salíamos a comprar tabacos con un sudor frío que nos recorría el espinazo, cada vez que los carros (¿alegóricos?) de los policías, reducían la velocidad al vernos pasar.

Miedo tuve yo cuando vi a mis padres envejecer 20 años en un día. Ocurrió cuando se enteraron que sus ahorros habían desaparecido en el fondo del bolsillo de un banquero que fugó durante le gobierno del presidente que tuteló a éste, que ahora dice que tiene miedo.

Y ahora no tengo miedo sino asco de ver gente joven, como el susodicho, con ideas tan retrógradas como las que esgrimió un presidente-emperador hacia finales del siglo diecinueve, y que terminó asesinado a las puertas del Palacio Presidencial.

No se olviden mis apestositos, que de lo único de lo que debemos tener miedo es del miedo mismo, lo dijo Roosevelt. No se olviden de que a estos politiquillos no les interesa solucionar el origen de los miedos sociales, sino, cabalgar sobre ellos para obtener votos. Kierkegaard y Sartre, sostenían que el miedo era una invención, una ilusión, pero yo, El Apestado, sostengo que más ilusoria aún es la sociedad perfecta que los políticos nos quieren vender.

Solo para darles en la carota a estos nuevos miedosos, les diré que el miedo ya es global, pero la geografía del miedo refleja que en Tokio, por ejemplo, la mayor causa de miedo, son los terremotos, en Paris y Roma, la violencia física, en Bombay los accidentes y en Moscú el miedo a perder el trabajo.

Este estudio realizado en Italia, refleja además otras joyitas, que no quiero dejar de compartir: el miedo, dice el estudio de Censis, “es un camino peligroso e inútil, como un demonio que se alimenta (y es alimentado) por el autoritarismo y la mediocridad”


Quien saca partido del miedo, son, los políticos (29.5%),para crear consensos, los terroristas (25.7%), para infundir pánico y los medios (20.4), para aumentar su audiencia.

Así que, vayan nomás con sus historias de miedo a otro lado… ¡Mariangula!

13 marzo, 2009

Capítulo 113 (El Apestado)

El INAMHI, que predice el clima en mi país, dijo que no llovería, y llovió. Eso sucede siempre, pero esta vez fue peor que nunca, pues mientras los capitalinos gozábamos en pleno invierno de un verano idílico, el INAMHI tuvo que echar agua sobre nuestro gozo, con sus palabrotas.

Y el INAMHI, es, literalmente, el termómetro de lo que pasa en mi casi imaginario país.

Así, si las Fuerzas Armadas declaran que apoyan a la democracia, es que algún coronelucho, está pensando en sublevarse. (¿Alguien se imagina una declaración de este tipo en los países verdaderamente democráticos?)

Y este es el tiempo de cosecha de las contradicciones, del tipo de las que siempre comente el INAMHI: se avecinan elecciones presidenciales y de todas las dignidades de elección popular. Yo ya ni me acuerdo cuántas veces he ido a votar en los últimos dos años. Primero fue la de presidente, luego un referéndum para saber si queríamos modificar la constitución, luego elección de asambleístas para que lo hagan, luego aprobación de la tal cosa, y ahora esta nueva parodia, donde las promesas están a la orden del día, donde una vez más se dice una cosa y sucede lo contrario.

No diré que el más pintoresco de todos los candidatos es el hombre más rico del país. Tampoco que su fortuna es casi tan grande como su chabacanería. Ni que este personaje, casi afásico, me produce gracia, y que lo otros solamente indiferencia, cuando no unas iras incontrolables.

Claro, tampoco caeré en la tentación de decir que el que más rabia me produce es justamente ese militar que se sublevó, se tomó el poder por unas horas, se candidatizó con discurso populista , ganó, hizo la fiesta y luego lo echamos a la calle, (se fue en helicóptero). Y ahora ha vuelto, amenazante, ha confundir a todos. Digo confundir porque no cabe en mi apestosa cabeza que haya un solo ciudadano que pueda creer la palabra de tal individuo.

En fin, estas son solo las pestilentes apreciaciones de este su apestoso servidor. Pero no haré referencia al candidato presidente, o al presidente candidato, porque si le digo que es intolerante, caerá con todo el peso de su poder sobre este indefenso ciudadano; si critico su histrionismo, gesticulará hasta alcanzarme con un golpe (bajo la figura de uno de sus agentes), o insultarme con el terrible calificativo de apestoso. Y si no digo nada sobre su política económica es porque del tema sé tanto como él de perfumes.

Lo que sí voy a decir es que de los otros candidatos no quiero decir nada, porque ninguno lo merece. Talvez diga que el candidato a alcalde de mi ciudad, que quiere continuar con lo que hizo el anterior, tienen un tono rosadito que me espanta, que su casa, rosadita, da vergüenza y afea la ciudad, que la vereda donde tropecé el otro día, por su mal estado, y gracias a lo cual rompí mi único bluejean y remellé mi rodilla contra la gravilla, no me dejarán votar por él, como tampoco la inseguridad en la que vivo y por la cual su predecesor no hizo nada.

Para no caer en las contradicciones del INAMHI prefiero no decir nada.