18 mayo, 2009

Capítulo 119

Algunos comentarios hechos al post anterior, me obligan a repetirme. El tema central de mi post era el espacio que se da en la televisión nacional al marginado, como este, su servidor. Pero nadie hizo el más mínimo comentario al respecto. Por el contrario, se fueron por la tangente, por la línea fácil, la recta, para desmerecer mis argumentos, y revalorizar, en cambio, monotemas, como el de correa, correa, corrrea, que tiene obcecados a unos cuantos y que a mi me resbala como la mantequilla por el trasero de María Schneider.

En pocas palabras, usaron el aquí berreado discurso sobre la libertad de expresión, para reducir a escombros mí: ¡Abajo Vivos! en referencia a un apestoso programa de la televisión nacional que usa el racismo, el sexismo y la segregación verbal en todas sus formas, para, supuestamente, hacer reír al público.

Lo que más me irrita de todo lo que se encuentra en dos de los comentarios es que se vuelva a repetir la cancina muletilla de que soy yo el que tiene el control. Claro que lo tengo, pero, ¿qué tal si con el mamotreto que es mi control remoto le parto la cabeza a la Macarena? Ya me dirán que mi libertad acaba en el momento en que la golpeo, ya lo sé, pero bajo la presión que ejerce esa pésima programación nacional, cualquiera puede volverse loco y en un momento de arrebato, no solo lanzar el control por los aires sino también usarlo en contra de quien se encuentre cerca.

Pero ya que les gusta la verborrea, tengo bajo mi apestosa axila la siguiente referencia que sale directamente de ahí, así que si algún error detectan, denme en la cabeza con el control remoto para ver si reacciono.

En las sociedades democráticas, decía Tocqueville, caracterizadas por el dogma de la “infalibilidad de las masas” existe una “presión inmensa del espíritu de todos sobre la inteligencia de cada uno”. De ahí el despotismo sobre la opinión ajena. Dicho de otro modo, si todos siguen con la idea de que ¡Vivos! es una obra de arte, y yo una reverenda porquería, debo aceptar lo que diga la mayoría y cerrar mi bocota.

Y claro, sé que tenemos derecho a decir lo que queramos, en nombre de la libertad de expresión, como de hecho yo lo hago en este espacio, pero también sé que ese derecho es tan grande que podemos decir lo que queramos aunque en nuestras palabras no exista un ápice de inteligencia, o por el contrario, mucha pestilencia. Como si fuera poco, en defensa de estos programas huecos, se usa el término de cultura, que para el caso es de una polisemia infinita, pues la vulgaridad se transforma en elemento de la cultura, o en la cultura misma.

No dudo que los contenidos que ese emiten en estos programas sean legales, pero no por tanto dejan de ser perjudiciales. Es evidente que la televisión puede influir negativamente en las actitudes, y estas pueden afectar a la sociedad con la creación de prejuicios.

Y para terminar con el tema de estos pestilentes programas cómicos, donde se denigra al marginado, al negro, al gay, solo puedo decir que la realidad es más cómica, así que no vengan con que son el reflejo de la realidad, eso no.

12 mayo, 2009

Capítulo 118 (El Apestado)

Yo soy un apestado televidente. Lo digo porque no tengo servicio de cable así que no me queda más que aguantar la programación de la televisión nacional, la cual, sin duda alguna, apesta más que yo y mi pobre condición.

Mis horarios frente a la caja boba van desde las noticias de las 20h00 en adelante. Es decir que no me queda más que ver la pésima y mil veces vista película de las ocho, o la novela brasilera, que, al menos, tiene unas actrices buenotas.

Evito, porque me produce urticaria y mal humor, ver los programas de humor, entre comillas. Y es por eso que me alegro que el Consejo Nacional de Radiodifusión y Televisión (Conartel) haya resuelto prohibir la transmisión de escenas o sonidos en los medios “que induzcan, promuevan o se refieran a desigualdades, exclusión, discriminación, ridiculización o violencia por condiciones raciales, de identidad étnica o cultural”.

Es decir que los programas de Vivos, de un tal Reinoso, dejará de existir, a menos que, cosa improbable, se le prenda el foquito (de 1.5 watts), y escriba por una vez un guión inteligente.

No hablaré de ese programa Mi Recinto, porque sinceramente nunca lo he visto, ni lo veré así me amenacen con una pistola.

Ahora el apestoso análisis: estos son los únicos espacios donde se hace referencia al obrero, al desempleado, al subempleado (como yo), al cholo, al longo, al indio, al gay, al choro y dicha referencia es para ridiculizarlos, o denigrarlos por su condición u opción. Los otros programas de producción nacional se limitan a la farándula, los consejos familiares y la opinión política y los ocupan las estrellas (y sus perros), los profesionales que creen que tienen algo que decirnos, y, claro los políticos, que por si solo es un apelativo apestoso. Quiero decir con todo esto que la televisión nacional es elitista y segregacionista. Que los que somos ridiculizados en ella, claro que tenemos la opción de cambiar de canal (como siempre sugieren los productores de estos programas) pero eso es solo para encontrarnos con otra apestosa caricatura de nosotros mismos, hecha por los mismos Vivos de siempre, solo que en otro canal, aunque a la misma hora.

Y, ya que estamos, el Conartel también prohibió “la transmisión de escenas o sonidos que induzcan o promuevan el sexismo y/o comercio sexual”.

Como ya lo dije, no me toca más que ver la televisión nacional. Es así como, en ocasiones, he visto un canal llamado Red TV Ecuador, en donde no existe otra publicidad que la de unas modelos super carnosas que ofrecen sus fotos en bikini, para que aparezcan en los celulares de caballeros cachondos que tienen telefonitos con tecnología que lo permite. (Claro, no como el mío, que no tiene chip, y que a veces le da por no sonar).

No soy moralista, y acepto que quien quiere ver mujeres desnudas pueda comprar revistas, películas, e incluso tener imágenes en su teléfono o donde le de la gana. Yo en lo personal prefiero el 3D que me proporciona la Macarena cada vez que se levanta de la cama. En cambio, esas señoritas de nombres rebuscados, como Gineth, que ofrecen sus fotos en poses poco convincentes, no hacen más que denigrar a las de su tipo. Y claro, lo que me sorprende es que nadie haya protestado aún, que no exista grupo feminista que clame por la eliminación de dichas publicidades, que aparecen incluso en los horarios destinados a los menores. ¡Abajo Vivos, Ginethes y Recintos! He dicho